En lo relativo al Brexit, las empresas británicas deberían parecerse a las de EEUU
Pilita Clark
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Pilita Clark
A diferencia de EEUU, los líderes corporativos han evitado criticar al gobierno en el Reino Unido. ¿Ha seguido usted las noticias de los temores de los ejecutivos sobre el Brexit? El multimillonario Michael Bloomberg dijo que era “la cosa más estúpida que cualquier país podría haber hecho”, hasta que EEUU “se Trumpizó”. Sir Richard Branson, otro multimillonario dijo que podría considerarse “el mayor disparo en el pie que el pueblo británico se pudiera haber dado”. El CEO de Goldman Sachs, Lloyd Blankfein, sugirió que tendría sentido realizar una segunda votación sobre “una decisión tan monumental e irreversible”.
Lo curioso de estos escépticos no es que existan, sino que haya tan pocos. A puertas cerradas, la naturaleza incierta de la salida del Reino Unido de la Unión Europea ha sido motivo de creciente preocupación en muchos directorios desde que los votantes optaron por salir de la UE en el referéndum de junio de 2016. Sin embargo, hasta hace unos días -cuando Airbus publicó una advertencia sobre el impacto “catastrófico” de una salida mal gestionada, argumentando que podría obligarla a reducir sus operaciones en el Reino Unido- gran parte de esta inquietud se mantenía en secreto. Como me dijo un conocido ejecutivo, ha habido una “extraordinaria falta de oposición seria por parte de la comunidad empresarial”.
Esta reticencia ha sido aún más sorprendente porque ocurre en un momento en que los directores ejecutivos de EEUU han estado especialmente dispuestos a condenar a la Casa Blanca, a menudo por cosas que representan una amenaza mucho menos inmediata para sus negocios que el impacto que podría tener el Brexit sobre algunas firmas del Reino Unido.
Las decisiones del Presidente Donald Trump de abandonar el acuerdo climático de París y frenar a los viajeros de ciertos países antes de entrar a EEUU provocaron la desaprobación abierta de una serie de altos ejecutivos. La ira por la respuesta tibia de Trump a la violencia en una manifestación de supremacistas blancos en Charlottesville fue tan profunda, que dos grupos de asesoría empresarial de alto nivel se deshicieron después de que varios directores ejecutivos se marcharon en señal de protesta.
Las comparaciones directas con el Reino Unido son muchas, pero el contraste sigue siendo marcado. A medida que se acerca la fecha límite de marzo de 2019 para el Brexit sin un acuerdo sobre cuáles serán las nuevas reglas comerciales, he perdido la cuenta de mis conversaciones con directores de empresas del Reino Unido que muestran su desesperación en privado por la incertidumbre que se avecina. Han usado palabras como “exasperante” y “horrible” para describir el rechazo de los ministros a escuchar sus preocupaciones sobre lo que podría pasar si el país sale de la UE sin un acuerdo, o termina con un pacto tan inviable que hará que el comercio eficiente sea imposible.
Hace unos días un prominente líder empresarial me dijo que acababa de hablar con un director ejecutivo que estaba tan preocupado por los riesgos para su negocio y su cadena de suministro, que se puso emotivo. “Estaba a punto de llorar”. Sin embargo, ese CEO nunca ha hecho públicos sus temores.
Al igual que muchos otros, ha dejado que los organismos de la industria como la Confederation of British Industry (CBI) presenten el caso. La CBI lo ha hecho, impulsada por el conocimiento de que, antes del referéndum Brexit 2016, un 80% de sus miembros pensaban que permanecer en la UE sería lo mejor para sus empresas y para la economía en general. Sin embargo, su voz carece del poder de una gran compañía, como lo demostró hábilmente Airbus.
A medida que las preocupaciones crecen, algunos ejecutivos han comenzado a instar públicamente a la primera ministra Theresa May a que al menos se mantenga en la unión aduanera de la UE tras el Brexit, lo que hasta ahora ha descartado. Entonces, ¿por qué no se han quejado más ejecutivos en público? Todos aquellos con los que he hablado señalan las mismas razones: nadie quiere alarmar a los accionistas y empleados, ni alienar a los clientes que votaron por abandonar a la UE. Muchos piensan que la opinión pública desconfía tanto del sector empresarial, que las quejas serían impotentes o contraproducentes. También existe una creencia generalizada de que las empresas que dependen de contratos o regulaciones gubernamentales corren el riesgo de represalias.
“Romper con el gobierno puede ser bastante doloroso”, dice John Neill, CEO de Unipart, una empresa de manufactura y logística. Pero esto no ha detenido a Neill de afirmar que los partidarios del Brexit de línea dura corren el peligro de “destruir la industria automovilística británica”. Ni debería detenerlo. Si los ejecutivos piensan que el futuro de sus empresas está en riesgo debido a un Brexit inmanejable, deberían hablar ahora. Cuanto más tiempo demore el gobierno de May en llegar a un acuerdo, más obvio debe ser que el silencio es la opción más arriesgada.